09 marzo de 2008
Perdonad por el cambio de título ya que esta entrada viene a colación de un artículo que me ha impresionado en el diario El País sobre alguien que conozco, aunque sólo eso, seamos conocidos. El sablista PINA y yo nos conocimos en la universiada de Pekín en 2001, también en la de Izmir en 2005. Nos vemos muchos días, o tardes, por las instalaciones del centro de alto rendimiento de Madrid dónde ambos entrenamos. Pero no qiero hablar de él, para eso teneis más abajo el enlace y la entrevista publicada.
Quiero hablar, en este post, reflexionar sobre sus palabras y sobre una sensación que, como deportista y como futuro profesional, por mis estudios, del mundo del deporte, me recorre desde hace mucho tiempo. Espero expresarlo bien... pero primero leeros el artículo.
PERFIL: PEKÍN 2008 - Faltan 151 días para los Juegos
El sablista estresado
Jorge Pina, campeón europeo de esgrima, trabaja en Endesa y ha perdido cuatro kilos desde enero por la preparación olímpica
JUAN JOSÉ MATEO - Valencia - 09/03/2008
http://www.elpais.com/articulo/deportes/sablista/estresado/elpepidep/20080309elpepidep_9/Tes/
"¿Qué sufrimiento es éste? ¿Qué hago yo aquí? ¿Es esto masoquismo?". Jorge Pina, campeón de Europa de sable, vive encorsetado por su viajar continuo, su entrenarse sin descanso y su trabajar sin pausa. Tiene 31 años, el título de ingeniero de minas y una beca en Endesa. Su calendario de pruebas le ha dejado dos fines de semana libres desde que empezó el año. Y su éxito, el convencimiento de que "la indiferencia" es la clave del sable.
"No siento la presión. Quince minutos antes de competir, me echo a dormir en una camilla"
Tras probar el yudo y la natación, eligió esgrima pensando que se libraría del deporte
Sudoroso tras un día de trabajo y entrenamientos que ha empezado a las siete de la mañana, Pina se sienta ante una mesa en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid y se lanza la pregunta: "¿Es esto masoquismo?". La contestación llega con forma de anécdota: "No. Soy optimista. No siento la presión. Voy a competir y 15 minutos antes me echo a dormir en una camilla. En Estambul intentaron sacarme sobado en mitad de la competición. Yo habría hecho lo mismo".
La voz de Pina afirma lo que su cuerpo desmiente. Lleva la cara golpeada por las marcas del cansancio. Ha perdido cuatro kilos desde enero. Y el ritmo de su vida, hoy Asia, mañana Europa del Este, es frenético. "Perdí peso por la clasificación olímpica, por lo que estaba arriesgando. Soy un becario muy viejo y me doy cuenta de que seguramente estoy sacrificando parte de mi vida profesional por el sueño de una medalla olímpica. El estrés de las dudas sobre la clasificación, unido a la vida que llevo, han hecho muy duros estos meses".
¿Y qué vida lleva? "Me levanto a las siete. Pienso '¡qué pronto es!' y voy a Endesa. Trabajo de ocho a dos y como allí hasta las tres. Sigo trabajando hasta las cinco y vengo a entrenarme hasta las nueve. Luego, ceno y me acuesto. No son muchas cosas. Soy feliz, pero se hace muy largo. Es una vida intensa. La clasificación olímpica son 16 viajes en ocho meses, una paliza. Y acabas harto. Lo que te cansa es no tener vida, la locura de llegar a Madrid y ver a la gente corriendo porque llevas sin verla 15 días. No disfrutas: saludas y te vas. Si no quedas, te quedas sin amigos".
Pina tuvo una infancia libre de piratas. No hubo inspiración, un momento mágico que le llevara a coger el sable. En realidad, todo fue cosa de un padre terco y del miedo a que le rompieran la cara. "Mi padre tenía interés en que hiciera deporte", recuerda. "No llegaba a ser empollón, pero lo rozaba. Era torpe. Tenía algún problema de coordinación. Era cinturón marrón en yudo a base de recibir leches porque no era bueno. Y tampoco nadaba muy bien. Aquello era un agobio", continúa; "conseguí quitármelos de en medio. Mi padre me dijo: 'Pues, entonces, elige otro'. Dije tiro con arco o esgrima pensando 'esto no existe cerca de casa'. Y mi padre me encontró un sitio. No me quedó otra que aguantar ahí".
Destacó inmediatamente. A la semana de entrenarse, ya tenía maestro. Empezó la rueda de repeticiones continuas, gestos marcados y ejercicios frente al espejo. Empezó el trabajo para moldear al mejor sablista que ha dado España. "Diez años mínimo para hacer algo", dice Sandor Tabor, su maestro húngaro. Y construyó su mundo de sensaciones, único y opuesto al lugar común de la esgrima explicada como ajedrez físico. "Ésa es la esgrima que hacen los mediocres, que intentan intuir lo que va a hacer el otro", dice sonriente. "Un tirador muy bueno lo hace él o reacciona, sin intentar adivinar, viéndolo. Tomando sus decisiones. El tirador más mediocre no tiene la técnica ni la velocidad para reaccionar. Yo, cuando tiro bien, no pienso en lo que voy a hacer. Y lo que ocurre después es lo que yo he visto", añade; "estás ahí dentro de la careta, sudando, y sientes, aunque haya mucha gente, mucha soledad. Buscas la sensación de que eres capaz de reaccionar. Y, cuando no lo logras, hay que hacer tocados y mantenerte vivo esperando a que esas sensaciones lleguen".
"Se adelanta", dice Tabor, que le deja saltarse entrenamientos sin aviso previo "porque en esto la cabeza trabaja mucho".
"Ya sabe qué va a hacer el otro. Es su mejor arma", le define el húngaro; "es muy inteligente. Tiene un sentido del tiempo excepcional. Y con eso ya se puede ganar. Se mete conmigo en broma, porque es muy bromista, y me dice 'si tuviera un buen maestro'... Pero esto es como levantarse y ducharse. Hay que hacerlo todos los días".
Dicen que Stanislaw Pozdniakov, el Zar, se presenta con una tarjeta de negocios en la que se lee: "pentacampeón olímpico". Pina, que se niega a tener miedo -"si me pongo en guardia pensando que fracaso si pierdo, fracaso seguro"-, no tiene tarjeta. Si la tuviera, dice, pondría ingeniero de minas.
"La esgrima es una cosa superpequeña", razona; "es asfixiante. Todo esgrima, nada más que esgrima, me parece un círculo muy cerrado. No es por ganarte la vida mejor o peor, sino porque cuantas más cosas sabes más puedes disfrutar. En Endesa aprendo todos los días y tengo una vida. Eso lo pagas duro. Tienes que ser muy bueno. Los que no lo son no pueden estudiar. Les echan. Está mal que lo diga yo, pero tienes que ser especial".
Después de esta lectura espero que no se sientan indiferentes, que se hayan metido en la piel de un joven de veintimuchos-treintaypocos años, en plenitud de sus facultades físicas y mentales, con una lucha continua interior... el deporte y su vida.
Mucho deportistas renuncian o renunciamos a muchas cosas en nuestra vida por ser mejores... muchos pensareis, bueno, pero es una decisión, y muchas veces tiene su recompensa, incluso económica. Sin embargo eso es cierto en pocas ocasiones y en una minoría de los deportes. El deporte, en la mayoría de los casos, inicia su práctica a edades muy tempranas en las que las cualidades innatas y el deseo joven de ser el mejor en lo que se hace, hacen avanzar a los deportistas, a los mejores. Pero llega un momento en el que, en nuestra sociedad, tan competitiva, no se puede estar en lo alto en todas las batallas: Los estudios, el trabajo, la vida social, muy importante también, el deporte, todo compite por llevarse las energías de una persona que tiene poco más de 24h al día.
Poco a poco se va dando uno cuenta que, en cada campo, los listones están más altos y parece no tener fin... en la vida académica todos esperan, si eres inteligente, que hagas tu carrera, tus estudios de postgrado, tu master, que saques grandes notas... en el trabajo que seas el mejor, que hagas lo que toca hacer pero además generes buen ambiente en la empresa, estés a lo que surja, seas creativo, hagas horas extras si hace falta, en lo social debes mantener tus amistades, novios-novias, familia, y en el deporte que contaros, después de los escarceos en categorías inferiores viene las mayores, los internacionales, los mundiales los Juegos Olímpicos, si se gana hay que seguir ganando... no hay fin en la exigencia... es el camino trazado.*
(*Esto me lleva a la reflexión de que, sin sentido peyorativo, muchas veces los grandes del deporte carecen de habilidades en uno de esos aspectos por lo que no se tienen que preocupar de hacerlo bien, ya sea en los estudios y el ámbito laboral o en el socio-afectivo, hay muchos ejemplo que veréis en el deporte)
¿No os extraña que se quede gente por el camino? ¿No os extraña que muchos deportistas de alto nivel sean después desadaptados sociales? ¿Qué no encuentren su sitio en una sociedad que les ha hecho renunciar a todo lo demás para conseguir lo máximo en el deporte sin avisarles que, cuando vuelvan la vista no van a tener ninguna "piedad" con ellos?
Señores, padres, madres, entrenadores, directivos de entidades deportivas y clubes, piénsenselo cien veces, mil veces, millones de veces antes de, a ese chavalín de poco más de 10 años, decirle, meterle en la cabeza, que tiene que ser el mejor en su deporte, que tiene que meter más canastas, ser más rápido, más fuerte, el mejor... porque como sus cualidades sean buenas, pero no las mejores, si es capaz de ser muy bueno, pero no de los mejores, le están metiendo en un callejón sin salida... o con una salida para la que, la sociedad en que vivimos, no tiene escalera de emergencia.
Un saludo
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